Vista general

5.4. ABLA

 

Abla es definida como «paisaje de contrastes», donde se contrapone el llano a la sierra, el gris pizarroso del lecho de las ramblas con el verdor de la vega y del olivar, la sequedad del monte bajo con la masa forestal y el blanco inmaculado de Sierra Nevada.

En este escenario se desarrolla una población milenaria que se remonta a la cultura de Los Millares, tal como se aprecia en la necrópolis de Los Milanes, un conjunto de tumbas circulares colectivas de la Edad del Cobre, y posteriormente con cistas funerarias argáricas. La presencia ibérica se constata en fuentes documentales y arqueológicas, de forma que presumiblemente hubo un núcleo urbano indígena bajo el propio caserío actual.

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La presencia romana y el mausoleo

Posteriormente se convierte en el municipio romano de Alba, mencionada en la Geografía de Ptolomeo y en el Itinerario Antonino (290), y que era lugar de descanso de viajeros en la vía de Cástulo (Linares) a Málaga a través de Acci (Guadix), Urci (Almería), Murgis (El Ejido) y Abdera (Adra).

De este rico pasado como ciudad indígena estipendiaria, perduran diversas lápidas, especialmente el pedestal de Avitiano, un bloque de piedra arenisca situado junto a la fachada de la ermita de San Antón, en lamentable mal estado, pero que nos recoge en su inscripción el homenaje de Abla al afamado tribuno Lucio Alfeno Avitiano. Tras la Reconquista se le colocó una cruz de hierro, imprimiéndole un carácter religioso que ha permitido su conservación hasta hoy en día.

Mausoleo

Pedestal de Avitiano

Mausoleo

Pedestal de Avitiano

Pero el símbolo más conocido es el mausoleo o torre funeraria romana del siglo II, de planta cuadrada de 4,8 m de lado, sepultura de un importante ciudadano.

Interiormente presenta dos partes diferenciadas: la cripta inferior dedicada a sepultura, y la cámara ritual con banco corrido y dedicada al culto religioso, con la novedad técnica de una bóveda de arista.

La iluminación se realiza mediante dos óculos y quizás tuvo una decoración interior con escenas y paisajes de carácter funerario. La imagen exterior dista mucho de la original, pues ha perdido la cámara funeraria y se accedería mediante una escalinata situada en el Sur, hoy enterrada. A partir del siglo IV será reutilizado como vivienda y desde el siglo XVI se convierte en Ermita de San Sebastián hasta cercanas fechas. Esta funcionalidad religiosa lo ha preservado de la destrucción.

El recuerdo hispanomusulmán

De la civilización hispanomusulmana tenemos abundantes referencias documentales y literarias, pero el resto material más destacable es la Fortaleza, situada en lo alto de la ladera donde se sitúa el pueblo. Estaba levantada estratégicamente para controlar esta vía de comunicación al interior y en relación visual con el Castillejo de Abrucena o la Alcazaba de Fiñana. Hoy sólo queda el aljibe, abundantes restos de cerámica árabe y la denominación toponímica de la barriada de «los castillos», a la espera de una excavación arqueológica que recupere esta memoria perdida.

Huella de esa presencia hispanomusulmana es el propio urbanismo del casco antiguo, en un diseño concéntrico de calles paralelas a las curvas de nivel y otras transversales, creando un diseño en cascada que desciende de la loma del «barrio de los castillos». Esta zona contrasta con el urbanismo cristiano de las zonas más bajas.

La Ermita de los Santos Mártires. La Edad Moderna y el mundo martirial

Ermita de los Santos Mártires

En el siglo XVI se instaura un nuevo modelo político y religioso cristiano, que se enfrenta ideológicamente a la población morisca. Dentro de este horizonte de intransigencia religiosa, típico de la contrarreforma católica, como necesidad de despertar la religiosidad de los fieles mediante santos y mártires, se incluye la tradición y culto a los Santos Mártires Apolo, Isacio y Crotato, declarados patronos de Abla en 1629 y en cuyo honor se celebran las fiestas patronales.

La tradición recuerda a estos tres soldados romanos que fueron martirizados en Abla antes de renegar de su fe cristiana, durante el gobierno del emperador Diocleciano, y el posterior hallazgo milagroso de las reliquias, levantándose en el lugar como recuerdo permanente la ermita de los Santos Mártires. Se sitúa en las cercanías del casco urbano y con una sencilla estructura de planta de una sola nave y la capilla mayor cubierta por una bóveda de media naranja. Sin embargo las actuales imágenes de los patronos conservadas en la ermita son copias, pues las originales se perdieron durante la Guerra Civil.

Los Santos son representados vestidos con indumentaria de soldados romanos, ataviados con coraza, espada y capa, y cada uno muestra la señal de un corte ensangrentado en el cuello como signo de inmolación. Todos sostienen la palma por su condición de mártires, y sus cabezas están ceñidas por coronas de laurel, atributo de la victoria tras el cruel sacrificio sufrido.

Ermita de los Santos Mártires

Esta tradición cristiana y martirial enlaza con los Santos Varones Apostólicos que evangelizan la España romana, pues uno de ellos, San Segundo, se instaló en Abla. El complemento de esta fe cristiana son las abundantes ermitas (de las Maravillas, San Roque, San Juan) que jalonan el municipio, además de cruces y hornacinas, testimonio de una marcada religiosidad popular.

Estas ermitas suelen ser sencillas construcciones formadas por una nave rectangular, unida mediante arcada al presbiterio, pudiendo ser la cubierta plana con “terrao” o abovedada. La imagen del santo se coloca en una hornacina sobre el altar. Al exterior una simple fachada encalada y remate con espadaña coronada con una cruz. La fecha de edificación es incierta, pero podemos situarla entre los siglos XVI y XVIII.

La iglesia de La Anunciación

El primitivo templo parroquial fue levantado a mediados del XVI por el albañil Francisco Lorenzo con un esquema de una sola nave y capilla mayor diferenciada. Posteriormente, y ante el lamentable estado que presentaba tras la rebelión morisca de 1568, las familias pudientes la amplían en el siglo XVII con capillas laterales para enterramiento, y al perder estas capillas su carácter privativo en el XIX y comunicarse entre sí, la iglesia aparenta hoy una estructura de tres naves. Entre las capillas laterales destaca la de la Virgen de los Dolores, perteneciente a la familia de los Bazanes, cuyo escudo de armas se sitúa en la clave del arco de acceso y que servía como panteón familiar. Alberga un retablo con el camarín de la Virgen y la cubierta es una bóveda de media naranja sobre pechina y rematada por una linterna octogonal. Recientemente ha sido restaurada.

Bajorrelieve de un templo labrado en la iglesia

Interior de la iglesia

Bajorrelieve de un templo labrado en la iglesia

Interior de la iglesia

Destaca especialmente la armadura rectangular de limas moamares de la nave central, con tirantes dobles y cuadrales en las esquinas, mientras que el altar mayor muestra una bellísima armadura ochavada con almizate y una rica decoración de estrellas de 8 puntas y lazo de 4. En definitiva es una de las joyas de la arquitectura mudéjar de la provincia de Almería.

Sin embargo durante la Guerra Civil fue convertida en sala de cine y perderá gran parte de la riqueza artística mueble: órgano, archivo, retablo, cuadros, imaginería, una pérdida irreparable para la memoria histórica y cultural de la localidad. Posteriormente se reformó con una decoración seudobarroca.

Destaca en el exterior y junto a la torre–campanario recientemente reconstruida, un relieve con la representación de un templo romano (una fachada con columnas cubierta por un frontón), cuyos restos pudieran perdurar durante el siglo XVII (incluso pudieran estar bajo el solar de la iglesia) y quizás en memoria permanente de los santos Apolo, Isacio y Crotato.

 

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