Almería es una tierra
de variedad y contrastes, y esa peculiaridad queda marcada en nuestra comarca.
Si el visitante identifica el territorio almeriense con la aridez y dureza
desértica, nada mejor que los grandes espacios de montes desnudos de arbolado,
en la solana de la Sierra de Filabres. En cambio las faldas de Sierra Nevada
sorprenden con el verdor de sus bosques y los huertos que aprovechan las aguas
de la sierra, mientras en invierno las cumbres blancas dominan en altura, y una
continua luz mediterránea enriquece los matices de un paisaje privilegiado.
El río Nacimiento es
el eje vertebrador de esta atractiva comarca, que desciende suavemente desde
los 1.100 m., en los límites con la vecina provincia de Granada, hasta Alhabia,
en pleno valle del río Andarax. Es un pasillo natural que comunica la costa con
el interior, la depresión de Guadix – Baza, y que abarca desde el municipio de
Fiñana, en el extremo occidental de la provincia, hasta Sta. Cruz, Alsodux y
Alhabia.
En este marco
incomparable de la montaña mediterránea, entre la solana de la Sierra de Baza y
los Filabres, y la umbría de Sierra Nevada, se ha desarrollado una larga y rica
ocupación humana.
Hay antecedentes
prehistóricos de la cultura argárica, vestigios y construcciones de la
presencia romana, y una huella de la civilización hispanomusulmana, ligada a
las antiguas tahas de Marchena y Alboloduy. Pero la construcción de la comarca
va ligada especialmente a la constitución de los señoríos en la Edad Moderna.
En el siglo XVIII
aparecen las nuevas poblaciones de Escullar, Dª María y Ocaña, segregadas de
Abla, mientras que Rambla Encira se abandona y se agrega a Nacimiento. Durante
el siglo XIX hay un importante crecimiento demográfico disperso en múltiples
cortijadas, seguramente ligado al desarrollo minero y al aprovechamiento de
moreras, olivos y almendros, frutales y la vega.