4.- ITINERARIO DIDÁCTICO 4.1.- LA CULTURA ARGÁRICA. EL YACIMIENTO DE FUENTE ÁLAMO Este yacimiento arqueológico de Cuevas del Almanzora es el mejor conservado y estudiado de la cultura argárica, representativa de la Edad del Bronce en el sudeste peninsular (1900-1300 A.C.). Situado en las estribaciones de la sierra de Almagro, aproximadamente a un km. del río Almanzora, fuente de recursos y vía de comunicación al interior, fue descubierto y primeramente excavado por el ingeniero Luis Siret, auténtico padre de la arqueología almeriense por la importancia de sus investigaciones. El poblado se levanta en una empinada ladera sobre un cerro o cabezo escarpado de unos 200 m. de altura, ocupando una admirable posición estratégica que domina un fértil y pequeño valle inferior, y controlando los accesos a la parte alta de la sierra de Almagro, de donde obtendrían los minerales. El aprovisionamiento de agua se logra de dos manantiales situados a los pies del cerro. El medio ambiente era un poco más húmedo, siendo las especies vegetales más representadas los lentiscos, terebintos, tarayes y olivos, junto con bosques galerías en las zonas más húmedas del barranco. Los yacimientos de esta cultura argárica son muy abundantes en la zona, destacando Fuente Vermeja, El Oficio, Gatas y especialmente El Argar, que da nombre al período. Representa un paso más en la ocupación del territorio peninsular tras la Edad del Cobre de Los Millares. Esta producción metalúrgica del bronce (aleación de cobre y estaño), básicamente para la producción de armas y en menor proporción para utillaje agrícola, no será una actividad económica esencial pues la mayoría de útiles continuarán siendo de piedra. Dentro de los poblados no hay talleres metalúrgicos diferenciados, por lo que parece que el fundido del mineral se realizaba en las propias unidades domésticas. Técnicamente esta metalurgia argárica es más avanzada que la del III milenio, pues ya conocen el recocido y la forja, que implican un mejor acabado de las piezas. Los tipos metálicos son: adornos personales (anillos, pendientes, brazaletes), herramientas (punzones, sierras) y especialmente armas (cuchillos, hachas planas, puntas de flecha, espadas). La agricultura y la ganadería serán actividades económicas básicas, creando un importante consumo cerealístico (gran cantidad de molinos de mano para triturar el cereal y varias vasijas para almacenamiento). Otra característica será una cierta organización urbana. Los poblados suelen instalarse en cerros de fácil defensa con empinadas laderas, cerca de ríos o fuentes así como de los yacimientos metalíferos. Las casas se instalan en terrazas adaptadas a la disposición del terreno, pudiendo ser ovaladas o de muros rectos que parten de las terrazas maestras, mientras dejan espacios vacíos para el tránsito en el espacio exterior. La construcción muestra zócalos de piedra a veces con vigas de madera empotradas en los muros, y probablemente con ramas y vigas mezcladas con barro para levantar la techumbre. Las viviendas presentan varias estancias con funciones diversas (almacén, cocina...), levantándose mediante zócalos de piedra y madera para techumbres. Los materiales utilizados son la piedra y la arcilla de color gris azulado de la zona, llamada vulgarmente “tierra roya”, que aísla de la humedad y que se sigue utilizando en la actualidad. La cisterna de la cima del cerro, ya perteneciente al bronce tardío, sobresale por su tamaño y profundidad, llenándose con la recogida de las aguas de lluvia. Destaca la presencia de unas construcciones compactas de tipo circular, complejas en cuanto a su funcionalidad, sugiriéndose la posibilidad de un almacén o silo aislado del suelo a manera del hórreo tradicional gallego. La denominada “casa iberorromana”, de planta rectangular, demuestra la continuidad del ocupamiento hasta fechas muy tardías, probablemente ya con la simple utilidad de vigilancia de las poblaciones del valle. La cerámica específica es mayoritariamente lisa, sin decorar, con intensos bruñidos dándole un brillo metálico muy característico. Las tipologías son toscas ollas, vasos carenados, capas de pie alto y vasijas de almacenamiento, en algunos casos decorados con mamelones dispuestos en el borde exterior. La sociedad argárica está organizada en familias nucleares, relacionadas entre sí por parentesco, donde cada unidad familiar produce y consume el fruto de su trabajo. La producción está circunscrita a unas necesidades limitadas de consumo interno, lo que no obliga a una intensificación y a un desarrollo tecnológico. Por encima se organizan los grupos locales compuestos de varias familias nucleares, administrando sus propios recursos materiales y su fuerza de trabajo, correspondiendo el “status social” más elevado a los grandes guerreros. Los enterramientos mantienen la preocupación por el más allá, realizándose mediante el rito funerario de la inhumación (enterramiento), debajo de las propias viviendas o fuera de ellas, pero con la característica de ser tumbas individuales, dobles o incluso triples, pero que abandonan el sistema de gran tumba colectiva del “tholoi” de Los Millares. La posición del muerto es fetal. Esta evolución a la tumba individual va ligada al cambio en las relaciones de parentesco, ahora fundadas en la familia nuclear o reducida, que permite que la herencia pueda mantenerse y el rango social heredarse. El excedente de alimentos acumulados será la principal fuente de riqueza, que se transforma en prestigio social, simbolizándose en objetos bélicos y adornos de bronce y plata. Las tumbas presentan tres tipologías claramente diferenciadas: urnas, cistas o covachas. Las urnas (tinajas, también llamadas “pithoi”) suelen estar enterradas bajo el pavimento de las casas. Las cistas son tumbas realizadas en un foso revestido de grandes lajas rectas a modo de caja, planteándose la hipótesis de ser el enterramiento de las clases dirigentes por la riqueza del ajuar albergado. En cambio la covacha es una simple hoquedad artificial excavada en la roca y cerrada con una gran laja de piedra. En cuanto a la evolución del poblado el núcleo habitado se fue extendiendo por la ladera de la montaña, evidenciándose este crecimiento en los indicios de la existencia de varias murallas. Posteriormente la ladera está abandonada y la cumbre del cerro será el último reducto habitado, tal como atestigua la construcción romana. Sin embargo el fin de la cultura argárica es una cuestión compleja por las escasas evidencias materiales con que se cuenta. Entre las causas mencionadas por los investigadores destacan la intensa explotación minera agotando los filones superficiales o una aridez del medio por masiva desforestación para obtener madera, pero las hipótesis están totalmente abiertas. 4.2.- LAS COLONIZACIONES Y EL MUNDO ROMANO. VILLARICOS Y LA ANTIGUA BARIA Este yacimiento arqueológico situado, sobre una colina junto a la desembocadura del río Almanzora, corresponde a la antigua ciudad fenicia y romana de Baria, fundada por los navegantes tirios a finales del siglo VII a.C. para la explotación de las cercanas minas de plata y plomo. El río Almanzora ha sido un eje principal de comunicación entre las altiplanicies granadinas y la Alta Andalucía, con el Mediterráneo y el Sureste peninsular, convirtiéndose desde antiguo en un enclave privilegiado del asentamiento humano, lo que motiva la presencia de diversos yacimientos en su desembocadura desde el Neolítico Final. La zona será comenzada a excavar por el ingeniero belga Luis Siret, auténtico padre de la prehistoria almeriense, en 1890 y se prolongó hasta los años 30 del siglo actual, reanudándose posteriormente en los años setenta. En realidad en este yacimiento debemos diferenciar cinco áreas perfectamente diferenciadas: a) La fundición fenicia al Noreste. b) La ciudad romana al Sur, hasta el borde del río Almanzora, en la zona conocida como Los Conteros, donde en el siglo pasado se hallaron inscripciones y restos constructivos de carácter monumental (fustes de columnas, capiteles, frisos...), quizás relacionados con la existencia de un templo. c) La necrópolis al Norte de la ciudad fenicia y romana, donde Siret excavó más de 2.000 tumbas abarcando el amplio espacio cronológico del siglo VII a.C. hasta la época visigoda, aunque la mayoría son de época fenicia. d) El área industrial de salazones de pescado, en el borde costero del Sureste, conservándose en unas condiciones tan óptimas que las piletas excavadas por Siret aún contenían restos de escamas y espinas de pescado. e) El poblamiento tardorromano del cerro de Montroy, en la primera elevación montañosa de Sierra Almagro. La llegada de los primeros colonos fenicios obedece a la necesidad de materias primas, especialmente metales. Estas colonias requerían lugares costeros estratégicos para embarcaderos, cerca de las vías de acceso al interior y con buenas tierras para la agricultura y la ganadería. En aquellos momentos la línea de costa estaría más al interior y el río formaba en su desembocadura un amplio estuario, de forma que Villaricos o los yacimientos cercanos de Almizaraque o Cabecico de Parra se levantaban en montículos dominando sobre el estuario navegable hasta el macizo de Las Herrerías. La colmatación del estuario por aportes fluviales será consecuencia de la desforestación, erosión y pérdida de la cobertura vegetal en las distintas cadenas montañosas flanqueando los cursos Alto y Medio del río Almanzora. Será destacable la industria de salazones, tal como muestran las factorías y balsas extendidas por toda la costa. La materia prima más preciada era el atún, obtenido con la pesca utilizando la técnica de la almadraba: red fijada con enormes anclas manteniendo la almadraba perpendicular a la costa, lográndose así capturar bancos compactos de pescado. Los peces capturados se sacaban a la arena y se introducían directamente en un depósito para escurrirlos. En otra dependencia eran troceados y almacenados en cubas mezclados con sal. El producto básico era el “garum”, utilizado como condimento en las comidas, producto de belleza o medicamento. La salsa se obtenía macerando los desperdicios de pescado. Otra producción era la púrpura obtenida del murex, lo que creará grandes acumulaciones de conchas de este molusco en los yacimientos. El transporte se realizaba en ánforas, por lo que es habitual que los alfares cerámicos estén asociados a las factorías. Si Baria formaba parte del sistema colonial fenicio, desde la denominada crisis del siglo VI a.C. se convertirá en una ciudad - estado independiente con sus propias instituciones, aunque bajo la órbita política y económica de Cartago. Este apogeo económico entre los siglos V al III a.C. se refleja en la necrópolis bariense con la presencia en los ajuares de cerámicas griegas áticas y en metales preciosos, mostrando la conexión con las rutas comerciales mediterráneas. A finales del siglo III a.C. Baria acuñará sus propias monedas de bronce, aunque de escasa calidad técnica y reducida circulación. Un típico elemento fenicio occidental es la presencia de grandes cisternas y aljibes para almacenamiento de agua de planta ovulada o rectangular, revestidos de mamposteria y enlucidos con mortero de cal para impermeabilizar la construcción. La llegada romana a Hispania en el 218 a.C. con la Segunda Guerra Púnica motiva un cierto declive para Baria, situada en el 209 a.C. por Publio Cornelio Escipión por integrarse en el banco cartaginés y destruida en parte. En época romana la ciudad se traslada hacia el Oeste y a finales del siglo I obtuvo el estatuto municipal. En época tardorromana y bajo dominio bizantino del Sur peninsular Baria mantuvo su carácter urbano pero replegada a una fortaleza en lo alto del cerro de Montroy. Será abandonada en la época medieval pues no se ha dotado una ocupación musulmana, excepto una atalaya ocupada en los siglos XIII y XIV. Este hábitat de Baria reducido al cerro de Montroy, paralelo a la instalación de la Vera antigua en el cerro del Espíritu Santo, nos habla de la inseguridad de la costa desde la época bajoimperial y el abandono de las factorías de salazones y el entramado comercial mediterráneo. El panorama será de retroceso económico y ruralización de la sociedad. NECROPÓLIS. Esta zona funeraria presenta tumbas muy variadas, pero destacando los hipogeos como enterramiento más espectacular, en un número de unos 50, con una estructura presentando un dromos o rampa de acceso a cielo abierto y una cámara sepulcral cuadrangular o rectangular de grandes dimensiones. Muchas fueron ya saqueadas en la antigüedad y otras reutilizadas.
Pero la variedad de tumbas se revela en una clasificación en diez tipos variando según la tipología constructiva y el ritual funerario utilizado. Así podemos hablar de sepulturas de incineración en fosa cuadrangular, de inhumación con sarcófagos de madera, de inhumación simples o con escalones interiores, de incineración en urnas... El ajuar será un elemento básico para delimitar el nivel social del muerto, encontrándose cáscaras de huevos de avestruz con decoración pintada, elemento de joyería de oro y plata, cuentas de collar, anillos, amuletos, lucernas, ánforas, ungüentarios... |