La bomba que fue encontrada
en tierra sin explosionar |
Las otras dos bombas cayeron con el
paracaídas abierto; una fue
encontrada presuntamente intacta en
el lecho de un río seco mientras que
la otra fue a parar al mar.
Los militares americanos pusieron
rápidamente en acción un operativo
al que denominaron “Broken Arrow”
–Flecha Rota-, cuyo principal
objetivo era el de localizar los
proyectiles perdidos y después
descontaminar la zona.
Las
tres bombas que cayeron en tierra
fueron localizadas en cuestión de
horas, pero la que cayó al mar tardó
cerca de 80 días en ser localizada;
apareció finalmente a 5 millas de la
costa.
EL
SEGUIMIENTO
En los datos aportados al Congreso
de los Diputados, por parte del
Consejo de Seguridad Nacional –con
fecha de entrada de 17 de octubre de
1995-, se afirma que la retirada de
material contaminado se restringió
sólo a las zonas que presentaron una
radiación intensa, lo que
correspondería al 0,97% del área
afectada -226 Ha-, que fueron
recogidos en más de 5.500 barriles y
trasladados a los EE.UU. El resto
del terreno fue labrado, regado y
sepultado bajo medio metro de tierra
descontaminada. También, según el
informe núm. 021275 se enterraron
cantidades indeterminadas con un
índice de radiación medio en un pozo
construido al efecto.
Inicialmente el control de la zona
correspondió a la antigua Junta de
Energía Nuclear (JEN) que realizó
controles de contaminación
atmosférica, de suelos, plantas
silvestres y cultivos, y animales
desde el accidente hasta 1980. En
cuanto al seguimiento biológico los
datos de “tan concienzudo” análisis
se limitaron al esparto (que ofreció
los índices más elevados por
acumulación de plutonio), dos
caracoles y una cabra, en los que
también se hallaron trazas de este
elemento radiactivo.
Sobre la población residente se
realizó un seguimiento médico
periódico consistente en análisis de
orina y una exploración pulmonar, lo
que según diversos expertos en
contaminación radiológica, ni son
suficientes, ni aportan datos
significativos para la valoración
epidemiológica de la exposición
continuada a partículas alfa de
plutonio.
En 1984 Centro
de Análisis y Programas Sanitarios
descalificó públicamente los
seguimientos realizados por la JEN
sobre mortalidad a causa de la
radiactividad por incompletos e
incluso sesgados, mediante métodos
presididos por la ambigüedad y la
indefinición.
ESTUDIOS EPIDEMIOLÓGICOS DEL Dr.
Pedro Antonio Martínez Pinilla
En abril de 1997 concertamos un
encuentro en Murcia con una de las
mayores eminencias en cuanto a
patologías relacionadas con la
radiación por partículas alfa, el
Dr. Pedro Antonio Martínez Pinilla.
De hecho, es el autor de los únicos
trabajos epidemiológicos que se han
realizado de forma continuada y con
rigor, durante décadas, sobre
mortalidad y morbilidad en
Palomares. En dicha reunión nos
acompañó el periodista almeriense
Diego García Campos, que publicaría
parte de esta entrevista en el medio
que dirige.
El Dr. Martínez Pinilla nos comentó
la falta de seguimiento adecuado de
la morbilidad y la mortalidad en
Palomares, desde el accidente
nuclear hasta la actualidad, por
parte de las Administraciones
competentes, así como la precariedad
de los protocolos de recogida de
datos, su falta de rigor científico
y ético en algunos casos. Asimismo
mantuvo que la tónica dominante de
las autoridades ha sido la dejadez y
que aún no se ha elaborado ningún
estudio epidemiológico por parte de
las instituciones responsables.
Nos comentó que la radiación
producida por los isótopos de
plutonio 239 y 240, en forma de
partículas alfa y en las
concentraciones registradas en el
área de estudio, era muy débil,
incapaz apenas de atravesar una
simple hoja de papel; pero nos
advirtió que precisamente es esta
supuesta “inocuidad a corto plazo”
la que equivoca a los que se empeñan
en establecer “rangos permisibles
para la salud”, lo que carece de
sentido cuando la principal
característica de este tipo de
radiación es su carácter acumulativo
dentro de las cadenas tróficas y en
elementos inorgánicos, como el agua,
el suelo o el aire.
Según Pinilla, la mayoría de los
estudios sobre radiación prolongada
ante partículas alfa, indican que la
incidencia sobre las poblaciones
humanas y de otros vertebrados
superiores y también longevos, no
presentan signos patológicos hasta
pasados unos 20 años. Es entonces
cuando los efectos de la exposición
al factor de riesgo –en este caso la
radiación- pueden llegar a
desencadenar procesos neoplásicos en
los individuos.
El método científico que empleó en
los estudios epidemiológicos
realizados se sustentó en el
tratamiento estadístico de
diferentes variables mediante un
estudio de cohortes, con una
probabilidad de error menor o igual
a 0,05 –limite estadístico de
significación biológica- entre dos
poblaciones similares en cuanto a su
dimensión, caracteres bioclimáticos
y socioculturales, así como con una
pirámide de población muy parecida.
La población de estudio fue la de
Palomares, mientras la población
testigo –de referencia- la de
Guazamara, pedanía del municipio
almeriense de Pulpí.
En el protocolo del primer estudio
se recopilaron datos del periodo
anterior y posterior al accidente
nuclear, 1946-1985. De esta forma se
confrontaron diferentes variables
entre la población de estudio –con
posible factor riesgo- y la
población testigo –sin factor de
riesgo-.
Los resultados parciales durante
dicho espacio de tiempo indicaban
que las muertes por neoplasias
fueron menores en la población de
estudio que en la testigo. Sin
embargo, en la discusión de los
resultados obtenidos el Dr. Martínez
Pinilla afirma que podían deberse “a
una infrarregistración por parte de
los médicos de las defunciones
tumorales, ante la presión social
que inevitablemente establecía una
relación entre las bombas, las
radiaciones y las enfermedades
cancerígenas.
En segundo lugar, que el periodo
podría resultar corto, ya que los
espacios de latencia necesarios para
que aparezcan los efectos biológicos
de las radiaciones son bastante
grandes: superiores a veinte años”.
Asimismo, lamentaba que ciertas
autoridades hubieran utilizado sólo
los resultados de su estudio
epidemiológico preliminar, para
afirmar gratuitamente que un doctor
en medicina afirmaba que la
radiación residual del accidente
nuclear de Palomares no tenía
incidencia alguna sobre la
población, en un descarado intento
de buscar argumentos para no seguir
investigando el tema. Este uso
sesgado de la información evidencia,
según Pinilla, la parcialidad de
aquellos que la utilizan
fraudulentamente para evitar que se
realicen con rigor los estudios
epidemiológicos pertinentes,
llegando incluso a poner trabas a la
labor investigadora.
En un segundo estudio estadístico de
cohortes, se confrontaron las mismas
variables y poblaciones, durante el
periodo 1985-1990, cuyos resultados
variaron radicalmente con respecto a
los del anterior ciclo.
Esta nueva iniciativa se debió,
según el Dr. Martínez Pinilla, al
considerar que las causas que podían
haber falseado los datos del primero
se habían superado; en este sentido
afirmaba que “en primer lugar,
porque ya se habría sobrepasado ese
hipotético período de latencia de 20
años, para que las partículas alfa
ejerzan su efecto cancerígeno, y en
segundo, la presión social, creo que
puede haber desaparecido, además de
que los expedientes de defunción son
mucho más rigurosos, por lo que
aumentamos la fiabilidad de los
resultados” .
Los resultados de este segundo
estudio demuestran que “las tasas
estandarizadas de mortalidad general
muestran valores similares en
Palomares (9.6) Y Guazamara (10.1).
Las principales causas de mortalidad
para ambas poblaciones fueron las
circulatorias y las tumorales. Las
tasas estandarizadas de mortalidad
circulatoria son muy similares entre
ambas poblaciones: 3.7 en Palomares
y 4.6 en Guazamara, mientras que las
tasas de mortalidad tumoral son
radicalmente diferentes en Palomares
(3.7) y en Guazamara (0.9)”…
“resulta sorprendente que dos
poblaciones con estructuras
similares, con mortalidad general
similar y con mortalidad
circulatoria también muy parecida,
presenten unas tasas de mortalidad
tumoral tan diferentes. Esta gran
diferencia a favor de Palomares sólo
es justificable de manera
significativa por la existencia de
un factor de riesgo”,
En las conclusiones de este estudio
se demuestra que el riesgo relativo
bruto por exposición -siendo el
factor de riesgo el hecho de vivir
en Palomares- es de 4.15, mientras
que en una población sin este mismo
factor de riesgo, expuesta a las
actuales condiciones de vida e
índice de mortalidad por tumores
sería de 1.
De esta forma Martinez Pinilla
destaca que “El riesgo atribuible
provocado por la exposición al
factor de riesgo es de 0.76. Lo que
indica, con un nivel de confianza
superior al 95%, que el 76% de los
tumores son debidos al factor de
riesgo, y que el resto -24%- se
deben a otras causas. He realizado
la inferencia de identificar el
factor de riesgo con la
radiactividad existente en
Palomares”.
En resumen, “que en los 20 años
posteriores a la caída de las dos
bombas de fusión no se observó un
aumento de las defunciones tumorales
que pudiese ser atribuido a las
radiaciones, mientras que, superado
este período de 20 años, empezaron a
aparecer cánceres de forma
alarmante, que produjeron la muerte
con un riesgo atribuible (fracción
etiológica) de 0.76 y con un riesgo
relativo bruto (razón de tasas) de
4.15”.
Continuando el mismo método
científico en sus estudios
epidemiológicos, se encontró con que
el nuevo análisis estadístico
realizado durante el periodo
1991-1993 aportaba resultados cada
vez más significativos.
Así, los datos tabulados en dicho
periodo, indicaban que el total de
defunciones en la población de
estudio –Palomares- fue de diez,
desde enero de 1991 hasta mayo de
1993, y otras diez en la testigo (Guazamara).
El total de cuatro cánceres
aparecidos fueron en la población de
estudio y siempre en varones,
mientras que en testigo las diez
muertes se debieron a causas no
tumorales.
Ante
estos resultados el Dr. Martinez
Pinilla, tras mostrar su cautela en
estos últimos datos por lo reducido
de la muestra, afirmó “que los dos
cánceres de hígado, uno de pulmón y
uno de próstata nos ofrecen una
severa impresión de lo que acontece
en Palomares. Ello incrementa el
factor de riesgo. En esta última
etapa el 100% de las defunciones
tumorales existentes en Palomares
son atribuibles a un factor de
riesgo, que atribuyo a las
radiaciones alfa del plutonio”.
El Dr. Pedro Antonio Martínez
Pinilla señaló que “seria necesario
realizar otros trabajos diferentes a
los epidemiológicos, que estimen o
desestimen con total exactitud una
inequívoca relación causa efecto
entre la exposición a las
radiaciones y la aparición de
tumores en Palomares”, entre los que
apuntó los siguientes:
-
Análisis de morbilidad, con
datos del Hospital Provincial de
Torrecárdenas desde 1996, que
incluya fichas administrativas
de ingresos, historias clínicas,
libro de ingresos y altas, y
fichas de patología
epidemiológica.
-
Continuación de los estudios
epidemiológicos con sistemas
estadísticos fiables.
-
Experimentación in situ, sobre
todo animales, que tengan
biología parecida a los humanos,
con larga vida, y que coman
productos de allí.
-
Seguimiento exhaustivo y sin
límites de los vegetales y
animales de la zona.
-
Análisis de las tierras, ya que
las mediciones del CIEMAT
reconocen insuficiencias.
-
Análisis de los acuíferos.
-
Realización de análisis de
cuerpo entero a personas
fallecidas, incluyendo
exhumación de cadáveres. Con
esta medición se puede asegurar
la relación
muerte-radiactividad. Hasta
ahora sólo se ha analizado orina
y medición de contaminación en
pulmón. Estos criterios son
insuficientes.
-
Estudio del grupo de personas
inmigrantes, que no estuvieron
expuestos a radiación inicial.
-
Estudio sobre la concentración
de plutonio y americio en el
plancton del Mediterráneo
Occidental
OTROS ESTUDIOS
Un reciente estudio realizado por el
Instituto de Ciencia y Tecnología
Ambiental, perteneciente al
Departamento de Física de la
Universidad Autónoma de Barcelona,
titulado “Concentrations of
plutonium and americium in plankton
from the western Mediterranean Sea"
y publicado en la revista “The
science of the total environment”,
ha aportado nuevos datos sobre las
actuales consecuencias del accidente
nuclear de Palomares.
Dirigido por el prestigioso Dr. Joan
Albert Sánchez Cabeza, el equipo de
esta investigación ha estudiado,
durante el período 1991-2001, la
influencia de la transferencia de
los radionucléidos a través de la
cadena alimenticia y, en particular,
la captación de nucléidos
transuránicos por el plancton, lo
que es básico para poder evaluar el
riesgo radiológico potencial del
consumo de productos marinos por la
población humana.
Según este estudio las principales
fuentes de elementos transuránicos
presentes en el Mar Mediterráneo,
proceden de la precipitación
radiactiva global –pruebas
nucleares- y del accidente de
Palomares, aunque en la actualidad
se liberan cantidades menores desde
instalaciones nucleares en la región
Noroeste.
El método consistió en la recogida
de diferentes muestras de plancton
en el Mediterráneo Occidental (golfo
de Vera -en la zona de Palomares-,
Garrucha, Mallorca, golfo de Sant
Jordi -Baix Ebre-, costa de
Barcelona y golfo de León
–Francia-), para evaluar la
captación biológica de plutonio –Pu-
y americio –Am-.
Los resultados han revelado que en
Garrucha (área de Palomares) el
microplancton mostró la mayor
actividad de Pu-239 y Pu-240 de todo
el Mediterráneo, lo que pone de
manifiesto la contaminación con
plutonio de los sedimentos del
fondo. Los niveles de concentración
hallados estaban dentro del “rango
de los valores recomendados por la
Agencia de Energía Atómica
Internacional” –AEAI-. Las
concentraciones de transuránicos
observadas en la plataforma
continental fueron mucho mayores que
las de mar abierto. Según estos
científicos los sedimentos de las
aguas costeras podrían jugar un
papel importante en el traslado de
transuránicos al mesoplancton como
elemento inicial de la cadena
alimenticia.
En Palomares, tanto el Pu-239 y Pu-240,
como el Am-241, mantuvieron niveles
cinco veces por encima de los
valores hallados en el resto del
mesoplancton de la plataforma
continental estudiada. Los isótopos
de plutonio de la muestra
contaminada y los relacionados con
el accidente nuclear son similares,
lo que indica una relación directa
con las bombas termonucleares que
esparcieron su contenido al caer en
Palomares el 16 de enero de 1966.
Sin embargo, las concentraciones
halladas en el mesoplancton también
estarían relativamente de acuerdo
con los “rangos recomendados por el
IAEA”.
Lo que cabría preguntarse es si “los
rangos recomendados por la Agencia
de Energía Atómica Internacional”,
están basados en las barbaries
cometidas por las potencias atómicas
en los atolones del Pacífico durante
el resultado de sus pruebas
nucleares...
CONCLUSIONES
Como conclusión, parece evidente que
estos estudios científicos
demuestran fehacientemente que tras
38 años del accidente nuclear de
Palomares, las consecuencias no sólo
no se han disipado, sino que siguen
y seguirán afectando a las
comunidades biológicas de la zona
durante los miles de años que estos
elementos transuránicos, en especial
el plutonio, tardan en degradarse.
Lo que también es evidente es la
reacción anormal –o ausencia de la
misma- de las distintas
administraciones implicadas en el
control de estos residuos
radiactivos, del seguimiento
epidemiológico de los habitantes de
esta comarca y de los demás seres
vivos que viven en ella.
En cuanto a los susceptibles
políticos, habría que recordarles
que es legítimo potenciar el
desarrollo de estas áreas y nadie lo
ha puesto en duda, pero que es un
deber inalienable de los mismos
procurar por la salud de los
habitantes de esta zona, así como
emplear todo el tiempo que utilizan
en descalificar o quitar
trascendencia a estos estudios, en
defender realmente estos derechos y
exigir que se investigue aún más,
que se estudien soluciones
paliativas y que dejen de actuar
como un estorbo para el desarrollo
de la ciencia.
FOTOS
Ochenta dias después de
que esta bomba cayera al
océano tras la colisión
en vuelo de un B52
cargado con armas
termonucleares y un
avión nodriza KC135
sobre la localidad
almeriense de Palomares,
fue recuperada a una
profundidad de 869
metros por el submarino
Alvin y subida a bordo
del USS Petrel. Observar
el morro y las aletas
gravemente deformadas.
Como resultado del
accidente, se excavaron
cerca de 1400 toneladas
de suelo y vegetación
radiactiva, se
introdujeron en barriles
de 250 litros y se
enviaron a EEUU para su
almacenamiento en la
Savannah River Plant en
Carolina del Sur. En la
foto, los barriles están
preparados para su
envío.
Después del accidente
nuclear de Palomares,
para mostrar al mundo la
inexistencia de
radioactividad en
aquella zona, el
Ministro de Información
y Turismo, Don Manuel
Fraga Iribarne, y el
Embajador de Estados
Unidos tomaron un baño
en las playas
accidentadas. |
ENLACES RELACIONADOS
©
José
Javier Matamala García
Editor de
Almediam
©
Investigación complementaria al
texto original: Miquel Pontes
2004