LA SIERRA DE FILABRES: EN LUCHA CONTRA LA DESERTIZACIÓN

 

© TEXTO:       JOSÉ JAVIER MATAMALA GARCÍA y ELOY GIL GONZÁLEZ

© FOTOS:       JOSÉ JAVIER MATAMALA GARCÍA

Artículo publicado por la revista Foco Sur (1997) : nº 13 y 14

En el corazón de Almería, las calcinadas laderas que rodean a la población de Gérgal anuncian al viajero el avance y la cercanía del desierto. En la Sierra de Filabres se pone de manifiesto la fragilidad con la que los bosques del Mediterráneo árido responden ante la sobreexplotación secular de sus recursos naturales, el deterioro que ocasiona el abandono definitivo de los cultivos y la enorme dificultad que se tiene en este tipo de ecosistemas para poder regenerar un aspecto, al menos, parecido al que antaño poseían. A lo largo de estas líneas vamos a analizar brevemente cual ha sido la política forestal empleada desde mediados de este siglo, sus efectos y sus posibles defectos, en esta lucha desigual entre hombre y naturaleza. Conoceremos la existencia en su interior del pinar más extenso de nuestra provincia y la gran riqueza botánica que, aunque alterada y trasformada, se niega a abandonar el que ha sido su territorio durante miles de años, así como su fauna más representativa. En definitivas, narraremos algunos fragmentos de la batalla por la vida en este rincón de la España herida contra uno de sus principales enemigos, la desertización.

El medio físico

La Sierra de Filabres constituye el principal macizo montañoso de Almería, ocupando su zona central donde se extiende de Este a Oeste. Tiene una longitud de 50 Km. y una anchura de 25 Km., con una superficie total aproximada de 150.000 Has. Desde el punto de vista geológico puede encuadrarse dentro de las Zonas Internas de las Cordilleras Béticas. La altitud media del complejo es considerable (1.500 m.), destacando algunas cotas superiores a los 2.000 metros, como Calar Alto (2.168 m.), Calar del Gallinero (2.049 m.), Las Hoyas (2.011 m.) y Tetica de Bacares (2.080 m.). Esta última cima, también denominada Cerro Nimar, es famosa dentro del mundo científico por haber servido junto con el Mulhacén y los montes Filhaoussen y M´Sabiha en Argelia, para establecer la triangulación geodésica entre Europa y África, que se realizó a finales del siglo XIX; de hecho, en días especialmente despejados se llegan a divisar desde ésta las costas del Magreb. Su núcleo cristalino de edad paleozoica (o más antiguo) está rodeado por dos mantos geológicos, que sufrieron grandes plegamientos durante la Orogenia Alpina. El más extenso es el Complejo Nevado - Filábride, compuesto principalmente por cuarcitas, micaesquistos y pizarras silíceas. En la zona Norte se encuentran materiales correspondientes al Complejo Alpujárride, que aparecen como islotes formados por calizas y dolomías y donde aparecen los principales yacimientos metalíferos de plomo, cinc, cobre, cinabrio y de hierro como los de Serón y Bacares, así como los marmóreos que adquieren gran espesor en algunas áreas de Macael, Cóbdar y Chercos. Por último, destaca la presencia de materiales sedimentarios más recientes (Neógenos y Cuaternarios) como margas, limos y arenas que se sitúan en las bases de esta gran mole.

La Sierra de Filabres actúa como la principal barrera divisoria que separa las dos grandes cuencas hidrográficas de la provincia: la del Andarax y la del Almanzora. Sobre esta última vierten sus aguas los ríos Saúco, Bacares, Sierro y Laroya. Sin embargo, sus características climáticas la encuadran dentro del mediterráneo árido con precipitaciones concentradas durante el otoño y el invierno, oscilando entre los 360 l/m2 de las zonas basales y los menos de 500  l/m2 de las cumbres. En la recarga de las cuencas influye directamente el temprano deshielo de las nieves invernales que, habitualmente, coronan sus cumbres y que dan paso a un prolongado y seco estiaje.

Vegetación: del piornal al espartal

Su localización geográfica en un área de confluencia entre comunidades vegetales béticas y murciano - almerienses le confiere singulares características botánicas, que se ven incrementadas por la presencia de más de medio centenar de endemismos (desde exclusivos hasta ibéricos), entre los que podemos destacar algunos como Genista pumila spp. mugronensis, Primula elatior spp. lafthousei, Cuscuta triunvirati, Antirrhinum carolimaui o Centaurea sagredoi. Así mismo, el margen altitudinal (300 m. a 2.186 m.) propicia el asentamiento de la flora en distintos pisos bioclimáticos, donde la temperatura y las precipitaciones actúan como factores condicionantes de su ubicación, dependiendo también de diversos parámetros como la estructura y composición de los suelos, el tiempo de insolación diferente entre las vertientes de solana y umbría, la existencia de microclimas como barrancos húmedos y sotos fluviales, etc. Pero quizá, el aspecto fundamental en la actual composición de la flora filábride sea la elevada intensidad de la actuaciones humanas, que se ponen de manifiesto en las extensas áreas roturadas, las talas indiscriminadas producidas por la minería del hierro y, actualmente, por las canteras de mármol y en las repoblaciones forestales.

En el ingente esfuerzo contra la desertización del área se han reforestado más de 60.000 hectáreas desde los años cincuenta, empleando principalmente distintas variedades de pino (silvestre, laricio, carrasco y negral, incluyendo también a la encina desde la década de los ochenta, lo que constituye la principal obra de ingeniería forestal de la provincia de Almería. Las técnicas y las especies utilizadas han sido criticadas por algunos especialistas, argumentando que las plantaciones de pinos sobre terrenos silíceos  "potencian un cultivo forestal, el cual requerirá una constante intervención humana para su conservación con gravísimos costos económicos, ecológicos y paisajísticos" (Pallarés, 1991). Sin cuestionar la veracidad de estas afirmaciones, no podemos obviar el hecho de que gracias a estas actuaciones se ha conseguido frenar a tiempo el proceso de erosión grave y denudación del suelo, que estaba afectando a la mayor parte de la serranía, posibilitando así intervenciones y correcciones, tanto presentes, como futuras.  

El análisis botánico de un territorio tan vasto y heterogéneo como este, precisaría de un estudio en profundidad que está fuera de las pretensiones de este artículo de carácter divulgativo, por lo que vamos a concedernos la licencia de simplificar los hábitats y señalar tan solo las especies más relevantes.

La existencia de cumbres por encima de los 1.800 m. limita considerablemente el desarrollo de formaciones vegetales, cuyas comunidades características están dominadas por matorrales almohadillados y espinosos como el piorno amarillo o el de crucecitas, que florecen al inicio del verano y entre los que destacan pequeños arbustos como el agracejo y el enebro y cerezo rastreros. Los terrenos de labor abandonados y el pastoreo intensivo del área han dado lugar a la estructuración de complejas formaciones de pastizales y tomillares, entre los que puede aparecer la bella digital de Sierra Nevada, endemismo compartido entre ambas serranías y utilizado desde antiguo en el tratamiento de ciertas afecciones cardíacas (digitalina). En los islotes calizos de la sierra debió abundar el pino laricio o salgareño, como lo demuestra la existencia de más de 50 ejemplares centenarios en Bacares, que ya eran explotados comercialmente en el S.XVI, circunstancia ignorada por los investigadores según afirman los hermanos Latorre (1996).

Las zonas intermedias y altas de la montaña estuvieron dominadas por la encina, árbol emblemático del bosque mediterráneo y cuyas masas más antiguas aún se conservan en algunos lugares como "Los Sapos" y "El Marchal" (Serón), donde también aparecen quejigos. El alcornoque debió ser abundante en algunos puntos de la sierra; la existencia de topónimos como "El Alcornocal" en Benizalón o "Los Alcornocales" en Laroya, así como la existencia de referencias históricas parecen confirmar esta hipótesis. Entre los matorrales asociados que conforman el sotobosque destacan el arayán salvaje, la gayuba, el torvisco, el espárrago amarguero, el espino negro o la rascavieja, endemismo de las sierras béticas. En esta zona se cultivaron grandes extensiones de cereales y de árboles frutales como el cerezo y el almendro, destruyendo la foresta inicial y que tras su abandono han ido modelando el actual panorama, compuesto por diversas especies de jaras, retamas, tomillos y romeros. Al descender se produce un incremento progresivo de la temperatura que condiciona la aparición de otras formaciones. Por debajo de los 1.200 m. el arbusto más representativo es la coscoja, a la que suelen acompañar enebros y sabinas moras. Cuando son degradados dan paso a otras comunidades de menor porte como jarales, bolinares y atochares. En los parches calizos que salpican el complejo aparece también el "pinar natural", formado principalmente por pino salgareño y carrasco, pudiendo todavía contemplarse en algunos puntos como "El Horcajo" en Serón y el "Pinar de Bayarque", así como en las cercanas sierras de Partaloa y Lúcar que se sitúan en la vertiente Norte del Río Almanzora. 

Las áreas basales de la sierra, con altitudes inferiores a los 600 m., presentan actualmente un aspecto desolado donde domina un ralo espartal, acompañado por albardines, bolinas y diversas plantas aromáticas, como tomillo, espliego, romero o artemisia. Sin embargo, este paisaje se caracterizó por la existencia de abundantes formaciones arbustivas, adaptadas a mayores temperaturas, como el lentisco, el acebuche, la coscoja, diversas variedades de espinos y el matagallo, que han sido secularmente utilizados por el hombre por lo que están escasamente representados. Esta circunstancia contrasta con la presencia de grandes y solitarias efedras, cuya mala combustión y alta toxicidad ha contribuido a su conservación; de ella se obtiene efedrina, potente adrenérgico utilizado principalmente como bronco dilatador en medicina. 

Mención aparte merece la existencia de algunos barrancos húmedos y cursos fluviales, los cuales aportan un buen número de árboles y arbustos aquerenciados a estos sotos como el serval, el acerolo, el almez, el mirto o arayán, el chopo blanco y distintas especies de sauces.

Fauna: los habitantes del pinar y el matorral.

Los invertebrados son el grupo de animales más desconocidos y más abundantes de la fauna andaluza; su pequeño tamaño y dificultad de clasificación han contribuido a su falta de estudio y a la práctica ausencia de un marco legal de protección, tanto de las especies, como de sus hábitats. La riqueza en mariposas diurnas de la Sierra de Filabres, la ha convertido en una de las ocho serranías andaluzas, cuatro de ellas almerienses, catalogadas como área de interés lepidopterológico. Entre las más representativas y amenazadas de la zona destacamos a la mariposa apolo de la Sierra de Filabres (Parnassius apollo ssp. filabricus), Colotis evagore ssp. nouna, Pseudochazara hippolyte ssp. williamsi, Plebicula nivescens o Lycaeides idas ssp. nevadensis, entre otras. Como dato, para los amantes de las curiosidades, subrayamos que de las 41 especies de hormigas presentes en la provincia, dos de ellas viven exclusivamente en la Tetica de Bacares (Myrmica aloba y Tapinoma erraticum).

  Entre los vertebrados, las aves constituyen el grupo mejor representado con más de 110 especies en su mayor parte migradoras, aunque con un elevado porcentaje de nidificantes. La existencia de diferentes hábitats en el conjunto serrano contribuye al aumento de la diversidad y al aprovechamiento específico de cada uno de ellos. En los roquedales y cantiles de la media y alta montaña nidifican rapaces como las águilas real y perdicera, el halcón peregrino y el buho real que se alimentan de pequeños mamíferos, reptiles y otras aves; aunque estrictamente protegidas su actual situación es grave por la escasez de recursos tróficos, la lentitud de crecimiento de sus poblaciones y, sobre todo, por los estragos que anualmente produce su caza furtiva. Estas zonas son utilizadas por diferentes paseriformes (pajarillos) entre los que destacan el roquero solitario, el avión roquero, el colirrojo tizón o la collalba negra, la cual actúa como bioindicador de zonas áridas al igual que el camachuelo trompetero, invernante en la solana de la sierra. También comparten estas áreas algunos córvidos como la chova piquirroja y la grajilla eficaz predador de huevos y polluelos de la paloma bravía. Los matorrales y pastizales montanos son el hábitat característico del escribano montesino, las currucas tomillera y rabilarga, las collalbas gris y rubia o el acentor alpino, visitante invernal del área y que nidifica en las cumbres de la Sierra Nevada granadina. Algunas aves esteparias llegan a criar en estas altitudes como la bisbita campestre, la cogujada montesina o la terrera común. Las masas boscosas, formadas por pinares de repoblación, son las que aportan una menor riqueza de especies, siendo el carbonero común la más abundante y representativa. Sin embargo, en los pinares viejos donde abunda el sotobosque aparecen especies propias de estos medios como el carbonero garrapinos, el piquituerto, el agateador común e incluso algunos pájaros carpinteros como el pito real o el torcecuello. Los encinares aún existentes constituyen la morada idonea para la curruca carrasqueña (de ahí su nombre) y de otras especies como el mito, el arrendajo, los herrerillos común y capuchino y el búho chico. Los sotos fluviales y barrancos húmedos presentes en el complejo poseen habitantes específicos como la lavandera cascadeña, el mirlo acuático, el chochín o los ruiseñores bastardo y común. El medio agrícola, que se desarrolla actualmente en las vegas del Andaráx y del Almanzora, aporta un nutrido grupo de especies capaces de convivir en mayor o menor grado con el hombre. Algunas presentan un elevado grado de antropofilia como diferentes especies de gorriones, golondrinas, aviones, vencejos, verderones, zorzales y estorninos; otras aves frecuentes y que también nidifican en el área son la abubilla, la lavandera blanca, el jilgero, el verdecillo, el pardillo, el petirrojo o rapaces como el mochelo, el cernícalo vulgar o la lechuza común, de gran importancia en el control natural de las plagas de pequeños roedores. Los taludes de las ramblas, situadas en las zonas basales de la sierra, son visitadas durante la primavera por los multicolores abejarucos y carracas, construyendo profundos nidos en las paredes arcillosas.

Los grandes ungulados aparecen representados por el jabalí, la cabra montes y el ciervo, cuya población actual corresponde a la reintroducción de la especie en la  vecina Sierra de Baza. Entre los predadores el más abundante es el zorro, aunque también cazan en las noches serranas la jineta y el gato montes, único felino salvaje de Almería y cuyas poblaciones están en franco retroceso. Cabe señalar la presencia de jaurías de perros asilvestrados, fenómeno común en el ámbito rural andaluz, y cuyas fechorías son atribuidas a un pariente cercano hoy desaparecido, el lobo. Más abundantes son los roedores como la liebre y el conejo, cuya población en el Sureste peninsular se ha visto diezmada durante la última década por la aparición de una neumonía vírica, según nos han confirmado miembros de la Estación Biológica de Doñana . El estudio de las egagrópilas en rapaces (parte no digerida de las presas que es regurgitada) nos permite identificar a la mayoría de los micromamíferos de este macizo, entre los que destacan el ratón de campo, el topo y el topillo común, el lirón careto, la musaraña y la musarañita, el más pequeño de los mamíferos europeos, cuyo corazón alcanza las 1.200 pulsaciones por minuto y pesa menos de 2 gramos. Sin apenas enemigos naturales los erizos europeo y moruno también forman parte de este grupo.

La aparición de nuevas especies de vertebrados es un hecho insólito, sobre todo en Andalucía donde se supone que la fauna esta lo suficientemente estudiada como para que no aparezcan sorpresas de este tipo. Sin embargo, esto es exactamente lo que ocurrió cuando en 1994 se publicaron los primeros datos de una nueva especie para la ciencia, el sapo partero bético, perteneciente al género Alytes y en cuya área de distribución se incluyen las sierras de Filabres y de Gádor en Almería. Otros anfibios más frecuentes son el sapo corredor y el común, así como la rana y salamanquesa comunes, que frecuentan balsas, cursos de agua y barrancos húmedos. Los reptiles, que prefieren las áreas soleadas, son abundantes en la Almería árida y por lo tanto en Filabres; entre los más habituales destacan las culebras bastarda, de herradura y de escalera, hábiles cazadores de pequeños roedores y de los huevos y polluelos de las aves,  los eslizones ibérico y tridáctilo, las lagartijas ibérica y colirroja, así como el lagarto ocelado, el mayor de los presentes en la provincia.

Como hemos comprobado, la Sierra de Filabres posee una gran biodiversidad, tanto en su flora, como en su fauna. Su futuro dependerá del uso racional de este privilegiado laboratorio natural. La caza furtiva, la recolección masiva e incontrolada de plantas aromáticas, la insuficiencia manifiesta de los planes de restauración de las canteras de mármol y los incendios forestales, constituyen sus principales problemas ambientales. Tras siglos de destrucción por parte del hombre, tenemos el deber moral y legal de conservar y proteger a este rincón de nuestra Almería herida. 

El hombre es probablemente el principal factor en la evolución de los ecosistemas mediterráneos. La destrucción del tapiz vegetal en las zonas áridas implica la eliminación de la condiciones edáficas e hídricas que otrora permitieron la existencia del bosque. La roturación de grandes extensiones de suelo durante más de  500 años constituye la causa fundamental de desertización en la Sierra de Filabres, a lo que también han contribuido los aprovechamientos mineros y los devastadores incendios forestales de la última década. Pero este macizo no es tan solo un abanico de ricos hábitats. La influencia humana constante desde la prehistoria ha convertido a esta serranía en un lugar de encuentro entre paisaje y paisanaje, donde se entremezclan pinturas rupestres, castillos y calles morunas o la alta tecnología del Centro Astronómico de Calar Alto.

La destrucción del bosque

La presencia de bosques compuestos por encinas, quejigos, alcornoques y pinos en la Sierra de Filabres es un hecho que se puede constatar fácilmente, tanto por la existencia de documentos históricos que así lo ratifican, como por la subsistencia de pies centenarios y antiguos rodales de éstas y otras especies. Sin embargo, el panorama actual está marcado por procesos de erosión grave y denudación del suelo que están siendo combatidos, desde hace medio siglo, a través de ingentes campañas de reforestación.

Inicialmente cabría pensar que este cambio substancial en la cobertura vegetal podría deberse a un aumento de la aridez climática, caracterizada por un descenso de las precipitaciones y que habría limitado el desarrollo de la foresta inicial. Sin embargo, no existen indicios razonables que apoyen este hipotético cambio climático; de hecho podemos afirmar que durante los últimos milenios no han existido transformaciones significativas del clima dentro del sureste peninsular y menos con capacidad suficiente como para alterar radicalmente el tapiz vegetal. De lo anteriormente expuesto podemos inferir que el hombre ha sido el principal agente responsable de esta transmutación. Los bosques del Mediterráneo árido constituyen ecosistemas tremendamente frágiles, cuya capacidad de crecimiento y regeneración es muy inferior en comparación con los de la España húmeda. El aprovechamiento secular de sus recursos ha provocado la degradación y/o destrucción de la mayor parte de estos.

La colonización árabe de esta comarca, que hasta entonces permaneció prácticamente despoblada, se caracterizó por el desarrollo de sofisticadas técnicas de regadío y sistemas de aterrazamiento dentro del contexto de una agricultura intensiva de bajo impacto, casi de subsistencia, teniendo los cultivos de secano y los aprovechamientos ganaderos una importancia secundaria. Tras la expulsión de los moriscos, a finales del siglo XVI se incrementaron notablemente las roturaciones de terreno, contribuyendo a la destrucción de las masas forestales. Se asistió entonces al nacimiento de una agricultura extensiva que perseguía el auto-abastecimiento y la producción de excedentes de cereales, hasta entonces mayoritariamente importados, al repartimiento de las tierras de labor entre los colonos cristianos y a un crecimiento sin precedentes de la cabaña ganadera. Así, desde este momento hasta mediados del siglo XVIII, la superficie cultivada en la Sierra de Filabres se incrementó en un 118 %, mientas que la población almeriense lo hizo en un 500 %, generándose una escalada progresiva en el aprovechamiento de los recursos forestales con fines domésticos y comerciales, contribuyendo a la asolación del territorio.

El siglo XIX se caracterizó también por el crecimiento de la población que se duplicó durante esta centuria y por el gran porcentaje de habitantes residentes en el interior de la provincia. A los aprovechamientos forestales ya mencionados hay que añadirles la recolección masiva de esparto con destino a factorías de celulosa en Inglaterra, que devastó aún más la maltrecha piel de los montes almerienses. El aumento de las zonas de cultivo de cereal y vid en Los Filabres, influenciada por la privatización de las áreas comunales, continuó su expansión hasta alcanzar las cumbres serranas, esquilmando los últimos restos del bosque autóctono. El florecimiento de la minería del hierro, consumió grandes cantidades de madera en sus hornos de fundición, concentrándose en algunos yacimientos de Serón y Bacares, explotados ya por los árabes y clausurados en 1968. En el "Diccionario Geográfico, Estadístico e Histórico" de Madoz (1845-50) encontramos algunas referencias a dicho período: A... esta jurisdicción (Bayarque) contaba, antes de la guerra de la Independencia más de 200.000 encinas, con cuyo fruto se alimentaban de 4 á 5.000 cab. de ganado lanar y cabrio y 160 cerdos; pero en el día no llegan a 1.000 las primeras, por haber sido destruido el arbolado; tanto por la falta de este como por lo desnuda que se halla la sierra de Filabres que contenía en la misma época sobre 25 millones de árboles ... A. "La sierra de Filabres estuvo antes muy poblada de carrascas y pinos maderables, principalmente en la jurisd. de Laroya y Macael, pero ha decaído notablemente la plantación por haberse roturado casi en su mayor parte ...". Para finalizar citamos una frase del libro de Martínez Oña titulado Mis rutas por los Filabres (1975): "Son sugerencias íntimas, que la imaginación dibuja para tanta gente sufrida, nómada y emigrante, por falta de una explotación racional de los recursos de esta sierra matriz de Almería".

Entre incendios forestales y canteras de mármol.

Uno de los factores que influyen más directamente en los procesos de desertización son los incendios forestales. La quema zonas arboladas, matorrales o pastizales en zonas áridas es aún más trágica; la escasez de precipitaciones enlentece la regeneración de la cubierta vegetal y favorece la denudación del suelo que queda a expensas de los agentes erosivos. Los incendios en Filabres son, desgraciadamente, noticia frecuente durante el estío almeriense. Entre estos destaca el "incendio Líjar" de 1.994 que calcinó más 8.500 Has, lo que supone un 10% de la superficie serrana. Tras el análisis estadístico puede inferirse que tan solo el 5 % de estos incendios se deben a causas naturales o fortuitas, el 15 % se producen por negligencias, más del 35 % son intencionados y del 40 % restante se desconocen sus causas concretas, aunque se les supone un origen antrópico. Algunos ecólogos afirman que más del 90 % de los incendios forestales  se desarrollan en zonas previamente reforestadas. Según Francisco Valle, Catedrático de Botánica de la Universidad de Granada, la respuesta a este fenómeno podría estar en una inadecuada política de repoblación forestal. La presencia de enormes masas de coníferas favorecen la propagación de las llamas. A partir de una determinada densidad del bosque, los cortafuegos van perdiendo eficacia, entre otras causas porque las piñas y trozos de árboles con el calor y las corrientes térmicas son capaces de salir despedidos  a más de 500 metros de distancia, actuando como autenticas bombas de propagación. Quizá algunas alternativas para la solución a este problema podrían pasar por la recuperación en lo posible del paisaje vegetal mediterráneo. En las repoblaciones con pinos los pies deberían permanecer prudencialmente distanciados entre sí tal y como marcan los cánones de su desarrollo en medios silvestres. En los "clareos" del monte sería necesario actuar con suma prudencia mediante podas selectivas que respeten la existencia de otras especies menos resinosas y más ignífugas, como son los matorrales mediterráneos. Esta situación garantizaría una menor incidencia de los procesos erosivos y aumentaría la humedad del suelo mediante la creación de mayores superficies de sombra capaces de contrarrestar la evaporación masiva que se produce en estas latitudes. Este tipo de vegetación aumenta potencialmente la biodiversidad del hábitat y se regenera más rápidamente en caso de incendio.

Otro de los actuales problemas de Los Filabres es la sobreexplotación ganadera, situación que paradójicamente es subvencionada por la propia administración. Como autenticas segadoras, el hambriento y voraz ganado aprovecha cualquier brote vegetal en estos áridos paisajes, provocando una progresiva denudación del suelo que, incapaz de regenerarse cuando la presión predadora supera sus ciclos biológicos, queda a expensas de los implacables procesos erosivos. Similares resultados causa la recolección de plantas aromáticas, frecuente en los secarrales almerienses; durante los últimos días de la primavera, varios miles de toneladas de tomillares son arrancados impunemente del suelo. En ambos casos es necesario establecer urgentemente un marco de medidas legales y de control suficientes como para evitar y paliar dichos desaguisados.

La extracción de mármol se ha convertido en la segunda fuente de ingresos del sector primario almeriense, tras el cultivo bajo plástico. Además de ser una de las principales bases de la economía provincial, lleva aparejada la creación de numerosos puestos de trabajo en la comarca. Sin embargo, no podemos obviar el alto coste medioambiental que producen este tipo de canteras a cielo abierto, cuyas cicatrices sobre el terreno se observan claramente desde los satélites espaciales. Consideramos prioritario la realización de planes de restauración adecuados y eficaces que no solo sirvan para cubrir el expediente, así como un estudio en profundidad sobre la viabilidad económica y técnica de extracciones soterradas que producirían un menor impacto ambiental.

De la prehistoria a la actualidad

Los yacimientos arqueológicos que aparecen en la sierra, valles y cuencas fluviales demuestran la importancia que esta comarca tuvo para el hombre durante la prehistoria. Los primeros vestigios humanos de la zona se remontan al Paleolítico, cuyo exponente más representativo es el caballo grabado de Piedras Blancas en Escullar o el asentamiento de la Cueva de los Tesoros en Bacares. Entre las pinturas rupestres destacan los Abrigos de La Majada de las Vacas en Escullar, los Abrigos I y II del Peñón de las Juntas, el Friso de Portocarrero y las Piedras del Sestero en Gérgal o los abrigos de las Piedras de la Cera en Lubrín. Los grabados rupestres son también abundantes como los de Piedra Escrita y Piedras Blancas en Escullar, la Piedra de La Romana en Castro de Los Filabres o Los Picachos en Lubrín. Cabe destacar el asentamiento neolítico de Cueva Mora en Uleila del Campo, el yacimiento del bronce de Piedra de Iyora en Cantoria y los restos argáricos hallados en Gérgal.

El período fenicio y cartaginés estuvo vinculado a la zona costera por lo que no incidió en esta comarca. Los primeros núcleos de población, aunque escasos, corresponden a la colonización romana, como lo pone de manifiesto la fundación de Tagili (Tíjola) y algunos asentamientos en las actuales localidades de Gérgal, Castro de Filabres, Armuña del Almanzora o Fines. Existen restos aislados entre los que destaca el acueducto romano de Albanchez.

Fue durante los ocho siglos de dominación árabe cuando se procedió a una auténtica colonización del área, pudiendo afirmarse que la mayoría de las actuales poblaciones se fundaron en dicho período. En la época Nazarí se produjo una nueva tendencia en la ubicación de los asentamientos, ocupando terrenos marginales desde el punto de vista agrícola que respondían a necesidades estratégicas frente a los ataques cristianos; de hecho Almanzora significa en árabe "la bien defendida". Esto fue posible gracias a la creación de complejos sistemas hidráulicos de abastecimiento de los núcleos urbanos, molinos, aljibes y acequias subterráneas, así como aterrazamientos artificiales (paratas y bancales), que permitieron el desarrollo de cultivos en los valles intermontanos. De esta época medieval quedan numerosos restos de castillos y fortalezas, que confirman su carácter de tierra fronteriza. Entre estos destacan los de Bacares, Benilazón, Benitagla, Castro de Filabres, Chercos, Cóbdar, Líjar, Lubrín, Senés, Sierro, Tahal, Tíjola y Velefique, además de torres de vigilancia como la Torrecilla y la Torre de Los Casarazos en Alcudia de Monteagud, la Torre de Benitorafe o la Torre de Medala en Tahal. Por último destacar la existencia de algunos despoblados como los de Benajaumil, Benalguaciles, Jemezí y Medala. Tras la conquista de Granada, por los Reyes Católicos, se procedió a la recolonización del área a partir de "cristianos viejos" y a la expulsión de los moriscos, instaurándose entonces un nuevo orden económico que ya ha sido comentado anteriormente

Rutas de interés

Visitar los pueblos escondidos de Filabres es uno de los espectáculos visuales más reconfortantes y enriquecedores de Almería. La mayoría presentan un aspecto medieval muy parecido al que debieron tener en las postrimerías del siglo XVI. Además de la extracción de mármol, la economía actual de la comarca se basa principalmente en diversos tipos de aprovechamiento agrícola. En los valles regados por los ríos Almanzora y Nacimiento predomina el cultivo intensivo de frutales, hortalizas y legumbres, mientras que en las tierras del interior el almendro y el olivo constituyen su principal recurso. Si se pretende disfrutar del silencio, la plasticidad y el colorido del paisaje, así como de la amabilidad de sus gentes pueden interesarles los  itinerarios que a continuación se proponen.

De Gérgal a Tíjola: Enclavada en la solana de Los Filabres, en Gérgal destacan la Iglesia y el Castillo del S. XVII, así como su rico y apreciado mosto. Desde esta población sale una carretera asfaltada que comunica con Olula de Castro, pequeña población de economía familiar. Ascendiendo por una pista llegaremos a Castro de Filabres, precioso pueblecillo en cuya arquitectura destaca el uso de lajas de pizarra y que está rodeado por cultivos de almendros, olivos y alcaparras. Continuando este itinerario la próxima parada es Velefique o "balfiqui", sede de Abú-I-Barcat gobernador árabe de aquellas tierras y constructor de su castillo. Tanto él como su hermano Abú Ishag fueron destacados escritores y filósofos del siglo XIV, según afirmaba D. Fernando Gómez Lara, párroco de la localidad y quizá el mejor embajador de la misma hasta su reciente fallecimiento. Es un pueblo blanco de barrios morunos que en los últimos años está perdiendo su aspecto medieval con la llegada de "nuevos colonos", poco respetuosos con sus valores arquitectónicos y que tienen su máxima expresión en la casa de color naranja propiedad de la farmacéutica de la localidad. Desde aquí podemos ascender a la Tetica de Bacares; su nombre procede de la raíz beréber "tuc", que significa "el mirador"; de hecho, desde este lugar se obtiene una de las mejores panorámicas de la provincia y de la inmensidad de la sierra. Descendiendo por su cara Oeste alcanzaremos el pueblo más alto de la sierra, Bacares. Situado a 1.201 m. y dedicado al cultivo de frutas y hortalizas y a la ganadería, posee incluso un marquesado originario del siglo XVII y que desde 1981 ostenta Francisco Bernaldo de Quirós y Fernández de Córdova. En dirección Norte llegaremos a Bayarque, pasando antes por el vivero de La Rosariera. Se trata de un pequeño pueblo con apenas 250 habitantes y rodeado de hermosos barrancos y pinares. Continuando el camino alcanzaremos el espléndido paisaje de la Cerrada de Tíjola y la propia localidad, famosa por sus fuentes, frutas y gastronomía.

De Calar Alto a Serón: A pocos kilómetros de Gérgal, en dirección a Guadix, una carretera asciende hasta Calar Alto, que con sus 2.168 m. es el punto más alto de la Filabres. Allí se sitúa el Complejo Astronómico Hispano - Alemán del mismo nombre. Comenzó a construirse en 1972 bajo el auspicio del Instituto Max Planck y esta formado por cinco telescopios de diversos tamaños. En el Catálogo Universal de Cuerpos Celestes figura, desde 1979, la Galaxia "Calar Alto I", primera gran aportación científica del observatorio, que es uno de los mayores del mundo. En dirección Este pronto encontraremos una pista forestal a la izquierda que nos conducirá los Collados del Conde y del Ramal, atravesando las inmensas masas reforestadas. En dirección Norte llegaremos al poblado minero de Las Menas, hoy convertido en camping, y posteriormente a los encinares que anuncian la proximidad de Serón, famoso por su exquisito jamón y presidido por la  Iglesia de Nuestra Señora de Los Remedios del siglo XVI.

Son tantas las rutas y las combinaciones que pueden realizarse, que las anteriores constituyen tan solo pequeñas pistas para descubrir la inmensidad de esta serranía. No debemos dejar de conocer y visitar Benilazón que permanece anclado en el medievo; Cantoria o Ala puerta de la ruta del mármol@ con su Palacio de los Marqueses del Almanzora y otros espléndidos edificios como la Casa del Duque del Infantado y del Marqués de La Romana; la coqueta Benitagla antigua ABani Taglab@; Chercos y su castillo árabe; Cóbdar blanco y casi geométrico que parece sujetar la montaña a cuyos pies se asienta; Escullar y sus sabrosos quesos; Fines y su Iglesia neoclásica de San Sebastián del siglo XVIII; Laroya y sus magníficas panorámicas; el tipismo de Líjar; los hermosos edificios y plazas de Lubrín; Olula del Río y su Iglesia de San Sebastián del siglo XVIII; los impresionantes desplomes de Partaloa; las calles morunas de Senés; el castillo de Tahal, residencia de los Reyes Católicos en 1.488; Uleila del Campo con sus casas blancas cubiertas de tejas y de apariencia castellana y tantos otros lugares de este rincón de la Almería escondida.

Régimen de protección y actuaciones administrativas

Las actuaciones administrativas que se llevan a cabo dentro de esta comarca, donde gran parte de la superficie corresponde a Montes del Estado de utilidad pública o consorciados con particulares se han centrado en repoblaciones, restauración hidrológico - forestal, creación de infraestructuras (vivac de alta montaña, refugios, viveros, adecuaciones recreativas y zonas de acampada), caminos forestales, tratamientos selvícolas y prevención de incendios. En este sentido cabe destacar la reciente creación de un Centro de Defensa Forestal en la localidad de Serón. Existen también equipamientos de carácter privado orientados a la educación ambiental, como la Granja Escuela y Albergue San Ramón en Laroya, el Aula de la Naturaleza Fítalo en Lubrín y La Granja Escuela el Pocico, sita en el mismo municipio y construida por la Diputación Provincial. El Plan Especial de Protección del Medio Físico de la Provincia de Almería, incluye en su  Catálogo de Espacios y Bienes Protegidos a la Sierra de Filabres como Complejo Serrano de Interés Ambiental, afectando total o parcialmente a los municipios de Abla, Abrucena, Albanchez, Alcóntar, Alcudia de Monteagud, Bacares, Bayarque, Benitagla, Benizalón, Cantoria, Castro de Filabres, Chercos, Cóbdar, Fines, Fiñana, Gérgal, Laroya, Las Tres Villas, Líjar, Lubrín, Macael, Nacimiento, Olula de Castro, Purchena, Senés, Serón, Sierro, Sorbas, Suflí, Tahal y Tíjola. Con la misma catalogación aparece el Conjunto Sierra de Lúcar - Partaloa, que abarca parte de los municipios de Fines, Lúcar, Olula del Río, Partaloa, Purchena, Serón y Tíjola. Este mismo Plan incluye a la Vega Alta del Almanzora como Paisaje Agrícola Singular, afectando a los municipios de Alcóntar, Armuña de Almanzora, Fines, Purchena, Olula del Río, Serón y Tíjola.

Consideramos que dada la gran biodiversidad, los valores paisajísticos, antropológicos y la  riqueza en yacimientos arqueológicos que albergan los espacios descritos sería conveniente y decisivo para su conservación eficaz su declaración a medio plazo como Parque Natural, figura con capacidad jurídica y administrativa, para asegurar la protección definitiva de esta sierra olvidada llamada Filabres.

Queremos mostrar nuestro agradecimiento a D. Joaquín Valero, por la aportación de datos y por sus valiosos comentarios.

Este artículo está dedicado a María Matamala Montoya, por haber nacido y con el deseo de que cuando crezcas puedas ver el mundo que nosotros ya hemos visto.